“EL INCREIBLE Y COMPLICADO PROCESO QUE LOS APRENDICES HAN DE PASAR”

«Desliza para descubrirlo.»

 

Realizarse un «Tatuaje con la técnica Tebori» es más que tatuarse, ya que implica todo un ritual, tanto para el tatuador como para quien se realiza el tatuaje. Cada perforación del «cincel» equivale a un movimiento muy preciso y requiere de una concentración extrema.

 

EN LA TÉCNICA TRADICIONAL JAPONESA:

 

Los conocimientos que requiere esta técnica tradicional, pasan de maestros a aprendices durante años, ya que no sólo se trataba de aprender a tatuar. Pues la técnica tradicional japonesa tiene sus peculiaridades tanto en el diseño del tatuaje, en la historia que narra, (normalmente haciendo referencia a alguna hazaña épica popular o mitológica), como en el mezclado y la composición de las tintas.

 

Como en todas las prácticas artesanales y artísticas del Japón, convertirse en un horishi es un proceso complicado. El aprendiz, llamado “Uchideshi”, se aloja en el estudio del maestro para aprender con él, durante al menos cinco años. El aspirante, convive con su maestro los dos primeros años y se dedica a realizar tareas domésticas. En ningún momento durante ese tiempo recibe enseñanza alguna sobre el arte del tatuaje.

 

Durante esta fase de entrenamiento mental, el “Uchideshi” aprende las reglas de la disciplina y el respeto hacia su maestro. Transcurridos estos dos primeros años, el maestro irá instruyendo a su alumno en el arte del “Horimono”. Además del entrenamiento en el arte del tatuaje, el “Uchideshi” deberá adquirir conocimientos sobre mitología sintoísta, aprender iconografía budista, y estudiar en profundidad leyendas chinas y japonesas.

 

Pasados cinco años de aprendizaje, el “Uchideshi” puede trabajar directamente sobre la piel. Posteriormente presta sus servicios al maestro durante un año más, esto es conocido como el “Oreiboko”. Transcurrido este último periodo, el aprendiz deberá entregar todo el dinero adquirido con su trabajo al maestro, en gratitud por los conocimientos transmitidos.

 

Cuando el artista ya está formado y ha conseguido la maestría abandona su nombre familiar, (en el caso que no pertenezca a una saga de tatuadores), para adoptar el nombre artístico en una designación compuesta por el prefijo “Hori”, que generalmente hace alusión a su vinculación con una escuela o familia, identificándolo como maestro.